0143/2025 - A LOS JÓVENES DE AYER: REFLEXIONES SOBRE SEXUALIDAD Y REPRODUCCIÓN ENTRE JÓVENES EN AMÉRICA LATINA Y SUS DERIVAS POLÍTICAS
A LOS JÓVENES DE AYER: REFLECTIONS ON SEXUALITY AND REPRODUCTION AMONG YOUNG PEOPLE IN LATIN AMERICA AND THEIR POLITICAL DRIFTS
Autor:
• Mario Pecheny - Pecheny, M. - <pecheny.mario@gmail.com>ORCID: https://orcid.org/0000-0002-0759-8389
Coautor(es):
• Alejandro José Capriati - Capriati, AJ - <alejandrocapriati@gmail.com>ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8204-6878
Resumo:
A pesar de los vaivenes políticos, desde la recuperación de la democracia política, varios Estados de América Latina avanzaron en procesos de inclusión ciudadana y democratización en materia de género y sexualidad. Hoy nos enfrentamos a nostálgicas tentativas discursivas y prácticas, autoritarias y a veces violentas, de retornar a un orden menos democrático y plural de género y de generación, las cuales encuentran eco en adolescentes y jóvenes. ¿Cómo impactan las transformaciones de los modos de acumulación, de acceso y permanencia en el mercado de trabajo, de movilidad social, en las experiencias y vínculos socio-sexuales? ¿Cómo es hoy, y para las generaciones más jóvenes, el fenómeno de la sexualidad y la reproducción en tanto mercancías en circulación, productoras de valor, capitales, “marcas”? ¿Cómo se vive la sexualidad, la reproducción, el erotismo, la amistad, sin la protección de espacios íntimos, sin conversaciones no mediadas, sin tiempo para perder? A lo largo del ensayo reflexionamos en torno a estas preguntas en un contexto marcado por la pérdida de referencias vitales en el mundo que hace de la incertidumbre radical la experiencia universal de nuestro tiempo.Palavras-chave:
Sexualidad - Reproducción - Adolescente - Política - América LatinaAbstract:
Despite political ups and downs, since the restoration of political democracy, several Latin American states have made progress in processes of citizen inclusion and democratization in matters of gender and sexuality. Today we are faced with nostalgic discursive and practical projects, authoritarian and sometimes violent, to return to a less democratic and plural order of gender and generation, which find echo in adolescents and young people. How do the transformations in the modes of accumulation, access and permanence in the labor market, social mobility, impact socio-sexual experiences and relationships? What is sexuality and reproduction like today, and for the younger generations, as circulating commodities, producers of value, capital, “brands”? How are sexuality, reproduction, eroticism, friendship lived, without the protection of intimate spaces, without unmediated conversations, without time to waste? Throughout the essay we reflect on these questions in a context marked by the loss of vital references, in a world that makes radical uncertainty the universal experience of our time.Keywords:
Sexuality - Reproduction - Adolescent - Politics - Latin AmericaConteúdo:
Yo ya soy parte del mar
Charly García
El tema que convoca al presente volumen: pensar teorías, metodologías y dimensiones políticas del fenómeno “sexualidad y reproducción entre jóvenes en la América Latina del siglo 21” abre preguntas, que quienes fuimos jóvenes en el siglo 20 podemos abordar con cálida nostalgia, pero también con incomodidades. Las incomodidades se refieren a las relaciones que existen entre sexualidad, reproducción y juventud, con las derivas políticas reaccionarias y autoritarias que, sorprendentemente para nosotros, concitan cierto apoyo de las camadas juveniles. Estas derivas políticas nos invitan a reflexionar, dado que, en materia de sexualidad y reproducción, la región se caracteriza por conquistas y avances que han mejorado y permitirían mejorar la vida de muchas personas, sobre todo a las generaciones más jóvenes. Y sin embargo hay profundos malestares.
En lo que va del siglo 21, a pesar de los vaivenes políticos, hemos asistido a una continuidad en las transformaciones de los sentidos de las sexualidades, la intimidad, los afectos y las familias. Más aún si lo miramos en perspectiva histórica: tomando en cuenta la larga duración, podemos afirmar que en la región ha habido procesos bastante claros de inclusión ciudadana y democratización en relación con el género y la sexualidad. Por inclusión ciudadana, entendemos la incorporación como titulares de derechos a sujetos sexuales/generizados antes excluidos, de derecho o de hecho, y la adopción de medidas que favorecen tal inclusión (ej. cuotas). Por democratización, entendemos la traducción y aplicación de los principios de la libertad y la igualdad a cada vez mayor número de ámbitos de interacción, como los relativos a los vínculos interpersonales, íntimos, afectivos (o que deberían o podrían serlo), parentales, eróticos y sexuales. Estos procesos firmes y sostenidos, además, fueron acelerados.
Desde la recuperación de la democracia política en la década de 1980, varios Estados de la región han venido reconociendo múltiples derechos, aprobando leyes e implementando políticas públicas que afectan la sexualidad y la reproducción en un sentido democratizador: divorcio vincular, derechos en materia de anticoncepción, normativas que aseguran mayor equidad en materia conyugal y de filiación, educación sexual en la escuela, reconocimiento de la unión o el matrimonio para gays y lesbianas, el reconocimiento de la identidad de género para las personas trans, el acceso a técnicas de fecundación asistida y, como en Uruguay y Argentina, la legalización del aborto1,2,3,4,5,6,7,8.
En la larga duración, estos procesos pueden leerse en términos de separación técnica, pero también ética, entre sexualidad y reproducción. Históricamente, dos prácticas que separan sexualidad y reproducción han sido estigmatizadas y perseguidas: el aborto, es decir la práctica flagrante que desliga reproducción de sexualidad; y la sodomía o la homosexualidad, es decir la práctica flagrante que desliga sexualidad de reproducción. En la región latinoamericana todavía estos procesos de desestigmatización y reconocimiento legal y social de la homosexualidad y el aborto no están completos ni son universales, pero se ha avanzado mucho.
La separación técnica habilita de hecho a prácticas sexuales no reproductivas y a prácticas reproductivas no sexuales. Las técnicas anticonceptivas y de interrupción del embarazo eficaces y seguras han permitido que el sexo coital heterosexual no esté asociado de modo inexorable con el resultado reproductivo, o con el temor a un resultado reproductivo. A su vez, junto con la adopción, las técnicas de fecundación asistida (y las nuevas técnicas de gestación) han permitido la reproducción y la mater/paternidad sin necesariamente que dependan del coito heterosexual, de la reproducción aún denominada “natural”. La separación ética pasa por reconocer que la sexualidad es válida como actividad separada de su eventual resultado reproductivo y que la reproducción es válida por fuera del coito heterosexual; incluso se ha ido separando la reproducción, así como la filiación, de su ficcionalización heterosexual (aquella que sostiene la legitimidad del acceso a “las técnicas” únicamente para parejas casadas heterosexuales que demuestren no poder llegar a una gestación por los caminos “naturales”, intentando mantener así la ficción de la reproducción heterosexual).
El orden sexogenérico y familiar nunca resultó en espacios de protección y concordia. No obstante ello, la idea de orden funcionaba como mito de certidumbre subjetiva. Orden desigual y violento, sí, pero que funcionaba como expectativa de certidumbre ante las múltiples incertidumbres de la vida. Ante las transformaciones de las jerarquías de género y generación, hoy nos enfrentamos a nostálgicas tentativas discursivas y prácticas, autoritarias y a veces violentas, de retornar a un orden menos democrático y plural de género y de generación. En términos electorales, tales proyectos concitan un sorprendentemente extendido apoyo juvenil. Si bien las conquistas alcanzadas en la democratización de los vínculos interpersonales, íntimos, afectivos, eróticos y sexuales encontraron resistencias en distintos grupos políticos y religiosos, lo novedoso ahora es el renovado eco que encuentra en las generaciones más jóvenes.
Jóvenes, adolescentes y salud
¿Dónde entran las y los jóvenes, las y los adolescentes, en este cuadro? A mediados del siglo veinte se había extendido una representación homogénea de la adolescencia como una etapa en la que se contaba con una postergación de responsabilidades adultas gracias a la extensión de la escolaridad. La transición a la vida adulta era pensada de modo lineal: la finalización de la escuela daba paso al ingreso al mundo del trabajo y el abandono del hogar familiar de origen conducía a la formación de un nuevo hogar. Estos acontecimientos, esperables desde presupuestos heteronormativos y reproductivistas, estaban asentados en un horizonte de prosperidad económica y movilidad social.
A fines del siglo veinte comenzamos a pensar las adolescencias en plural. El reconocimiento de que los cambios del organismo humano no se manifiestan con un patrón único de desarrollo biopsicosocial y que las identificaciones con un género determinado son procesos tensos para las personas fueron elementos transversales a distintas políticas y programas sobre salud y educación, las cuales pusieron de relieve la diversidad de experiencias que transitan adolescentes y jóvenes, invisibilizadas históricamente bajo la presunción de heterosexualidad. Junto a estos avances, también hemos asistido a una devaluación de la ciudadanía social debido a las brechas de desigualdad en áreas fundamentales (vivienda, educación, salud, ingresos, seguridad) y la existencia de ciclos de vida diferenciales.
Los procesos que se despliegan en la adolescencia y en el devenir joven acontecen en escenarios sociales tan heterogéneos que torna absurda la idea de movilidad social para todas/os. Nacer y crecer en la región significa desarrollarse en una tierra rica en posibilidades sólo para un grupo privilegiado, y ni siquiera. Un grupo que habita un entorno no contaminado, reside en un barrio con agua segura y cuenta con una vivienda adecuada. Un grupo que no asume obligaciones de trabajo cuando es tiempo de educarse, ni crece en un entorno violento. Pertenecer a este grupo tiene poco que ver con el azar o los méritos personales. Salir a trabajar a los 10 años de edad, tener un consumo problemático de drogas a los 12 años, parir a los 13 años, no son eventos azarosos ni consecuencia de actitudes individuales. Las desigualdades altas y persistentes impactan significativamente en la vida de las personas y las comunidades: las superposiciones de privaciones sociales y degradaciones ambientales configuran escenarios críticos para el desarrollo y la salud de amplias franjas de adolescentes y jóvenes.
En la actual coyuntura global y regional es creciente el impulso restaurador autoritario y su añoranza de las jerarquías de género y generación. Sobre todo en las categorías privilegiadas en las jerarquías (las personas cis, los varones, las y los heterosexuales, las y los adultos), pero no solamente en ellas. Los cuestionamientos a la representación diversa de las adolescencias y la utilización de “la ideología de género” como categoría de acusación, ya sea para denostar al feminismo o las diversidades sexo genéricas, tienen afinidades con el desfinanciamiento de políticas de salud y educación.
Las críticas a la educación integral de la sexualidad, movilizadas bajo la consigna de que se deje de adoctrinar en las escuelas, descalifican la búsqueda de la equidad de género y erosionan el papel protector que la escuela pueda realizar para que niñas, niños y adolescentes se apropien de herramientas para identificar situaciones de maltrato y violencia sexual. Las violencias sexuales en particular victimizan en mayor medida a las niñas y adolescentes mujeres y los agresores son casi en su totalidad varones adultos, por lo general del entorno de confianza. Aprender a diferenciar entre secretos buenos y secretos que hacen mal y deben ser contados, distinguir entre contactos físicos adecuados e inadecuados, forma parte de un autoconocimiento del propio cuerpo y su cuidado, el cual puede favorecer el reconocimiento de situaciones de abuso y el pedido de ayuda. Razones de peso para jerarquizar los esfuerzos en materia de educación integral de la sexualidad en el ámbito escolar9. También asistimos al desfinanciamiento de políticas y programas en materia de salud sexual y reproductiva. En el caso argentino es paradigmático el desmantelamiento del Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia (Plan ENIA), el cual logró reducir los embarazos adolescentes al desarrollar consejerías, actividades de promoción comunitarias y asesorías en las escuelas y facilitar el acceso a métodos anticonceptivos10. La prevención de la maternidad temprana evita la interrupción de las trayectorias educativas de niñas y adolescentes, razón por la cual este tipo de políticas se considera estratégica para romper el ciclo de reproducción intergeneracional de la pobreza.
La oposición a la educación sexual (bajo el imaginativo eslogan “Con mis hijos no te metas”) y el desfinanciamiento a las políticas de salud marcan un nuevo capítulo de confrontación en un tiempo histórico signado por la desconfianza, alimentada por teorías conspirativas y la divulgación de noticias falsas e inverosímiles que arrojan un manto de sospecha sobre políticas basadas en derechos humanos.
Las cuestiones de desigualdad, vulnerabilidad, violencia, sexualidad no-heterosexual y heterosexual, reproducción y no-reproducción, siguen vigentes como problemas sociales y como objetos de investigaciones. Lo que entendemos vino a desacomodarnos es la inclusión de la política, en varios sentidos, algunos inesperados y que combinados dan forma a contextos críticos. Vamos a examinar estos fenómenos de la sexualidad y reproducción en jóvenes de la región en relación con el mercado y las relaciones económicas, con las mediaciones tecnológicas y las redes, con las experiencias del tiempo y con las experiencias globales de incertidumbres. Proponemos estas líneas para pensar, incómodamente, cómo se articulan sexualidad, reproducción y juventud, con políticas que se alejan de las realidades y utopías democráticas o transformadoras (en pos de proyectos igualitarios, la justicia social o algún otro valor basado en la solidaridad y la emancipación colectiva). Alejamiento que, a algunas/os de nuestra generación no joven, nos preocupa y, diríamos, nos entristece.
El mercado, las redes sociales y las subjetividades
Un ángulo para pensar estas cuestiones refiere a la economía política de los vínculos sexo-afectivos y reproductivos, o dicho de otra manera, a la libidinización de los vínculos mercantilizados, económicos, monetarios, y la mercantilización de las prácticas y los vínculos sexo-afectivos y reproductivos. ¿Cómo es este fenómeno hoy, y para estas generaciones? ¿Cómo impactan las transformaciones de los modos de acumulación, de acceso y permanencia en el mercado de trabajo, de movilidad social ascendente y descendente, de desarrollo, en las experiencias y vínculos socio-sexuales? ¿Cómo son, para estas generaciones, la sexualidad y la reproducción en tanto mercancías en circulación, productoras de valor, capitales, “marcas”?
Pensar en economía política remite a examinar la sexualidad y reproducción en términos de vulnerabilidad estructural. Hace unos años hemos publicado un trabajo sobre vulnerabilidad y salud en jóvenes LGBT, cuyo objetivo era pensar las especificidades de la vulnerabilidad estructural - individual, social, programática - en jóvenes cuya sexualidad y/o su identidad de género se apartan de los patrones cis-heteronormativos, en contextos de desigualdad11,12. Entonces, en los análisis, la variable “generación” era dejada de lado o considerada de manera secundaria a otras variables o marcadores de diferencia, como la clase, la raza, el género, la orientación sexual y la identidad de género; es decir, era considerada de manera secundaria y separada de esas otras dimensiones estructurantes de la desigualdad y la vulnerabilidad.
La vulnerabilidad juvenil, como cualquier otra estructura de vulnerabilidad en contexto, debe examinarse no en términos de si los miembros de la categoría son “más” o “menos” vulnerables, sino en términos de especificidad: qué vuelve a las y los jóvenes, en su diversidad, específicamente vulnerables a malestares, enfermedades físicas y padecimientos mentales, daños, violencia, muerte, etc.
Para dar cuenta de las especificidades, en contextos definidos por coordenadas históricas colectivas, conflictividades sociales y trayectorias biográficas, dicho examen debe preguntarse por los “cómo” de la vulnerabilidad; es decir, por los procesos, los recursos, los contextos locales en su historicidad, que producen y reproducen vulnerabilidad, y no sólo por los “en qué” son vulnerables o “por qué” son vulnerables. En ese sentido, corresponde examinar empíricamente las situaciones de acceso a infraestructura y recursos materiales, en materia de morbi-mortalidad por razones de salud, pero también por causas externas (homicidios, femicidios, transfemicidios, accidentes, suicidios), en relación con las sexualidades y género no normativos, pero también en relación con la cis-heterosexualidad, cuyas jerarquías y violencias no siempre están en el centro de la agenda y también tienen especificidades a la hora de examinar la vulnerabilidad en salud.
Además de los cambios relativos a las restricciones de clase, de género y de generación en la accesibilidad, permanencia y movilidad en los mercados de trabajo formales e informales, un cambio radical en los formatos de los vínculos y producción y circulación de los sentidos sociales, con un impacto explosivo en las nuevas generaciones, se deriva de la mediatización tecnológica de todas las prácticas y de todas las relaciones de las que participan, aun las prácticas y relaciones cuerpo a cuerpo y en espacios de intimidad. Las prácticas y relaciones pueden transitar de la virtualidad a la presencialidad, o viceversa, dando lugar a novedosos vínculos y sociabilidades online y fuera de línea13. Toda definición hoy es mediada tecnológicamente. Aquí las tecnologías impactan en el cómo de la sexualidad y la reproducción, a través de las redes sociales, la producción y circulación de imágenes, los viejos y nuevos químicos, la experiencia trasnacionalizada y mediada de estilos de vida, las identidades y lenguajes, y las experiencias del tiempo.
Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del consumismo
Las generaciones nacidas en el siglo 21 crecieron con la omnipresencia de las redes sociales y los nuevos códigos culturales que se diseminan entre influencers, videojuegos y casas de apuestas online. Adolescentes y jóvenes de todas las clases sociales, expuestos permanentemente a publicidades en las cuales la felicidad o el éxito personal quedan reducidas al acto de consumir, deben enfrentar la demanda social de exhibición personal en las redes sociales, con distintos capitales personales (económicos, relacionales, pero también erótico-sexuales y específicos que derivan del número de seguidores, frecuencias de reproducciones, etc.).
El agravamiento de las privaciones y la razonable desesperanza sobre posibles mejoras, en sociedades estructuralmente desiguales, segmentan aún más las experiencias de las generaciones más jóvenes. Amplios conjuntos de niñas, niños y adolescentes, residentes en territorios desprovistos de casi todo, se encuentran obligados a hacerse a sí mismos con un inestable apoyo de las instituciones. La exigencia de hacerse adulta/o a edades tempranas devela encadenamientos singulares entre las privaciones sociales, las subordinaciones de género y los abusos del mundo adulto. Son niñas y adolescentes mujeres que afrontan tareas feminizadas y obligaciones de trabajo doméstico, fuera y dentro del hogar. Son niños y varones jóvenes que trabajan de lo que sea y cómo sea en empleos informales y peligrosos. Cuerpos jóvenes obligados a trabajar y expuestos a la hostilidad de la calle, en donde la oferta de alcohol y sustancias psicoactivas de elevada toxicidad agravan la fragilidad de su condición. Desprovistos de cualquier anclaje social y con la abrupta exigencia de trabajar se exponen a mayores situaciones de manipulación y violencia.
Estas circunstancias forjan una de las pocas certezas subjetivas: no avizoran un futuro, saben que no cuentan con casi nadie que esté de su lado y les ayude a preservar su vida14. Como señala Sibilia15 (2024:19), “no quedó ilesa casi ninguna de las instituciones que vertebraron el proyecto modernizador: desde la escuela hasta la prisión, el cuartel, el museo, la biblioteca, el cine, la fábrica y el hospital, pasando por la familia nuclear hasta llegar a la prensa y la ciencia”.
En estos tiempos de exaltación de la autonomía individual y la mediatización tecnológica, se torna más dramática la paradoja sobre la legitimidad de los soportes16. Las personas que han crecido y vivido en condiciones privilegiadas, gracias a su entorno familiar, tienden a poseer soportes no visibles a primera vista, lo cual incrementa la creencia en un sujeto que se realiza exclusivamente por la fuerza de su voluntad y sacrificio. Por el contrario, los individuos en situación de fragilidad social, desprovistos en mayor medida de recursos familiares, económicos y culturales, paradójicamente son estigmatizados como dependientes y perdedores, en tanto encuentran algún apoyo en una institución o programa social. Al mismo tiempo que las instituciones ofrecen menos bases de apoyo capaces de organizar los tiempos sociales bajo la forma de la previsibilidad, aumentan las exigencias de auto responsabilización de los sujetos17.
Desde Miami o Dubai, las mecas del éxito para buena parte de la audiencia juvenil latinoamericana, jóvenes varones con cuerpos esculpidos en gimnasios y adornados con las marcas de moda, venden en las redes sociales sus fórmulas financieras para dejar de ser pobres y hacerse millonario. Descreídos de una era política que supo ser más productiva en reivindicar derechos que en transformar las condiciones materiales de existencia, muchos jóvenes encuentran en los discursos reaccionarios algo en que volver a creer y tramitar sentimientos de frustración e impotencia. Los varones cis heterosexuales lidian, con mayor o menor desconcierto, las tensiones entre la pérdida de privilegios y la construcción de vínculos más justos y solidarios ¿En qué medida pueden romper la cultura de la agresión y la complicidad machista como prueba de pertenencia entre pares? ¿De qué maneras se permiten revisar la creencia en la superioridad de lo masculino y la pedagogía en la cual han sido formados?
Las transformaciones de los vínculos mediados por las tecnologías no alejan sino que al contrario acercan y amontonan a los individuos (cada vez menos aislados y aislables, pero cada vez más solos, en el sentido arendtiano). Los modos de socializar, aprender, comunicar, pero también cortejar, calentarse, “tener sexo”, están cada vez más formateados a través de tecnologías y aparatitos (sobre todo las virtuales: teléfonos, tabletas, computadoras; las redes sociales) que separan y unen los cuerpos, subjetividades, voces, desnudeces, ofrecen modelos aspiracionales (más o menos inalcanzables, más o menos vecinos o cotidianos), despegan el erotismo de algún sentido (por ahora las mediaciones tecnológicas cubren la vista, el oído, pero todavía no incluyen el olfato, el gusto, el tacto o el umami), pero no debe faltar mucho. Por ahora en las pantallas no se intercambian líquidos y fluidos con alter, aunque ya hay mercados de envío de ropa interior usada por correspondencia. Las mediaciones resultan de y producen un cambio revolucionario en el tiempo, los ritmos, la duración: la inmediatez de todo, el todo ya.
Asimismo, introducen la fantasía, el goce, el peligro y el dato del registro: la posibilidad de la repetición y sobre todo de la circulación (eso analizarlo no sólo como riesgo y peligro: también como mercancía, que de hecho se valoriza y los jóvenes lo saben, también como placer, emoción, thrill). ¿Qué prácticas, subjetividades, drogas, ropas, pesos, pelos, etc. etc. son compatibles con estos ritmos y mediaciones? ¿qué escenas? ¿qué finalidades? ¿qué legitimaciones? ¿qué violencias (incluyendo las auto-violencias) habilitan o estimulan? Debemos repensar casi todo.
Una pregunta para hacerse y hacer a las y los jóvenes: ¿hay hoy relaciones sexuales posibles sin celulares? ¿hay encuentros no precedidos por comunicación vía el teléfono celular? ¿sexo sin que haya uno o más celulares en medio de la acción? ¿celos no mediados por el celular? ¿adulterios sin celular? El celular es el tercero de la relación. Abre posibilidades de creación, recreación, pero también de daños voluntarios o involuntarios, chantajes, comercialización. También habilita noviazgos a distancia, conocer gente cuando se viaja para conocer la ciudad, mantener amistades e intimidades deslocalizadas. Hay una productividad en el sexo celularizado que en la generación joven ya es un dato18.
Cuando se piensa en tecnologías en este último tiempo se piensa en Internet, redes y teléfonos. Pero lo sexual está atravesado e interpelado por otras y muy variadas tecnologías: anticonceptivos, preservativos, lubricantes, antirretrovirales, drogas recreativas legales e ilegales, juguetes sexuales, maquillajes, vestimentas, disfraces, por ejemplo. Pero también están rodeados de tecnologías, a veces adictivas, como el gimnasio (el gym) y los suplementos, los implantes, las intervenciones estéticas, las terapias hormonales, las drogas para garantizar la erección, para mantenerse despierto, para pasarla mejor…
Dicho todo esto, ¿de qué modo acompañar estos nuevos formatos como personas adultas y desde las instituciones? ¿de qué modos generar espacios seguros de diálogo y acceso a información para tener sexo seguro/cuidado?
El cuarto propio, para que pudiera escribir Virginia Woolf pero también para que las y los adolescentes y jóvenes tengan sus relaciones, ya no tiene paredes. ¿Cómo se vive la sexualidad, la reproducción, el erotismo, la amistad, sin la protección de espacios íntimos, sin conversaciones no mediadas, sin tiempo para perder?
Sexualidad, reproducción y la aceleración del tiempo
Los patrones de gratificación social y política - que refieren a la movilidad social, a la vida democrática y a los vínculos interpersonales - pasaron, por así decir, de ser patrones de gratificación diferida a patrones de gratificación pretendida inmediata, instantánea. La gratificación diferida se refiere a la capacidad de retrasar recompensas o placeres inmediatos para lograr metas o beneficios a largo plazo. Es un proceso psicológico y social que implica autocontrol, paciencia y capacidad de resistir la tentación. Si durante décadas, para decirlo sencillo y de manera esquemática, se esperaba que el esfuerzo y el trabajo redundaran en una recompensa un tiempo más tarde, bastante más tarde, ahora eso cambió.
Esa idea de que la gratificación viene más tarde, luego de esfuerzos, de esperar, de recorrer procesos, caracterizó tanto la vida económica individual, familiar y de un país o sociedad, como los procesos por ejemplo en vistas de encontrar una pareja adecuada, formar una familia, encontrar y desarrollar una vocación y una profesión. Hoy no parece funcionar así: la recompensa económica, afectiva, sexual, hasta reproductiva, tienen que ser ya. Si no es ya, hay frustración, hay a veces culpables, hay a veces ganas de respuestas violentas y hostiles hacia esos culpables. Esa mudanza en la expectativa temporal y, por ende, en los grados y extensión de las frustraciones individuales y sociales, y la violencia que acompaña dichas frustraciones, impacta, parece, en la sexualidad y la reproducción de los jóvenes del siglo 21.
La gratificación diferida no funciona más pues la espera y la postergación no parecen estar al orden del día. Pero es más radicalizado aún el hecho, subrayado por varias autoras y autores14, de que la gratificación pierde su carácter diferido pero también se desprende de su conexión con el esfuerzo y el trabajo: “El énfasis reside en ese tú, que es tanto el destinatario como la causa del merecimiento. Solo por ser tú (o vos o usted), te lo mereces y deberías poder disfrutarlo. Y yo estoy de acuerdo, por supuesto: aunque no haya hecho absolutamente nada, lo merezco por ser yo”14 (2024: 15).
Proponemos pensar la hipótesis de que el patrón de gratificación diferida, pensado, experimentado y creído en relación con el progreso individual, familiar o más generalizado en términos económicos, de movilidad social ascendente, de acceso y mejora en las propiedades, hoy en crisis, también está en crisis en lo que refiere a los vínculos, a la sexualidad, las amistades, incluso a la reproducción. Si el progreso económico, la acumulación de bienes, el enriquecimiento, no puede esperar ni depende del esfuerzo o del trabajo, podemos decir que el establecimiento de vínculos amistosos y eróticos, e incluso sexuales, tampoco pueden esperar, y a menudo tampoco parecen depender del trabajo - trabajo de cortejo, de seducción, de despertar deseos.
En ambos casos, economía y erotismo, la gratificación no correspondida produce frustración, malestar, sensación de injusticia, mucha bronca, y búsqueda de responsables. No hace falta reducir el tema de la violencia asociada a la frustración en los célibes involuntarios, los incels, esos célebres involuntarios que se volvieron célebres tanto por los ataques armados en los colleges o lugares públicos de Estados Unidos, como por ser los típicos trolls o personajes oscuros y resentidos con tanto éxito en las redes sociales.
El malestar radical
Finalmente, podemos aventurar que lo que signa hoy a todas las generaciones, y en particular a las jóvenes, es el malestar. Un malestar radical. Haciendo juego de palabras podríamos decir que el malestar radical es propenso a legitimar el mal radical. Ese malestar radical no es exclusivo de las jóvenes generaciones. Vamos a proponer pistas para pensarlo. Pero aun no siendo exclusivo de las jóvenes generaciones, ese malestar radical que, pensamos, refiere tanto a una sobrecarga de interpelaciones subjetivas como a una pérdida de referencias de certidumbre clave, en las jóvenes generaciones adquiere un carácter específico dado que una de las dimensiones de certidumbre perdidas refiere al futuro devenido inimaginable, a obliterar cualquier idea no radicalmente incierta de futuro. La falta de horizonte de futuro oblitera cualquier otra experiencia del tiempo que no sea la del presente, sobre todo teniendo en cuenta que también están en crisis la narrativa histórica y los procesos de memoria en los cuales las nuevas generaciones parecieran no inscribirse, o no querer inscribirse. Sólo se vive en tiempo presente. Sin aprendizajes o inscripciones en experiencias y narrativas pasadas y sin proyecciones individuales y colectivas hacia el futuro.
Algunas de las interpelaciones subjetivas que reciben las y los jóvenes son imposibles de satisfacer per se, y otras son imposibles de satisfacer todas juntas. Hoy hay que enriquecerse, ganar dinero y prestigio y propiedades rápido y en gran escala; hay que triunfar en la propia actividad (incluso las que nos gustan a nosotros y que nos parecen bien: en la escuela y la universidad, en el trabajo, en la producción artística y literaria…); hay que formar pareja (no sólo las y los heterosexuales, ahora también gays y lesbianas, y trans), ser feliz en pareja y sino separarse, tener hijas/os, tener sexo y ser feliz en el sexo: y además, como si fuera poco, no sólo “hay que” triunfar, trabajar, tener pareja, familia y sexualidad, sino que “hay que querer” triunfar, trabajar, tener pareja, familia y sexualidad. La lista que acabamos de hacer es muy corta, no se agota allí: hay que hacer deporte, cuidar y cuidarse, cuidar la salud, protegerse del VIH, ser adherente a los antirretrovirales y a los anticonceptivos, querer estar sana/o, querer vivir mucho, envejecer bien, mantenerse bella y bello, mantenerse jóven (¿cómo?), y de ahí estamos a un paso a querer la inmortalidad.
Imposible. Si juntamos todas estas interpelaciones imposibles, en un momento de la vida como el de la adolescencia que - volvamos por un minuto al cliché - se caracteriza por la inseguridad y la búsqueda de sí mismo/a, la búsqueda de un lugar en el mundo, y en un contexto producido por las redes que hoy son el hábitat de las y los jóvenes, el resultado es explosivo. Proliferan los malestares subjetivos, las depresiones, las tentativas suicidas, el pánico. Proliferan padecimientos que incluso son patologizados y dan lugar a experticias médicas y profanas, instituciones, fármacos y mercados.
El fenómeno es más complicado todavía puesto que las redes no solamente ofrecen modelos reales inalcanzables (la cantante talentosa, el futbolista habilidoso, la más linda, la siempre joven, el más musculoso, el que la hizo bien), sino también - inteligencia artificial o softwares mediante - modelos inexistentes inalcanzables.
Estas afirmaciones tienen sus especificidades, o no aplican, en todos los contextos geográficos, de clase, de comunidad, etc. Ni a todos ni - ojalá - a la mayoría de los individuos. Claro que no. Pero si tomamos como proxy los resultados electorales por distrito desagregados por franjas de edad, vemos que personajes a veces pintorescos pero muy reaccionarios, candidaturas y discursos de ultraderecha llegan a los más variados rincones de los países y de alguna manera dicen hacerse cargo de esas imposibilidades y frustraciones: ofrecen nuevas quimeras, conspiraciones explicativas, responsables tal vez reales y muchas veces chivos expiatorios. Entre estos últimos, algunos clásicos: las y los migrantes, alguna minoría étnica, los beneficiados de la ideología de género, gays y lesbianas, trans, trabajadores y sus organizaciones, desocupados y sus organizaciones, las minorías o mayorías racializadas.
La adolescencia y la juventud suelen ser períodos de incertidumbre, aunque más no sea porque se supone que la vida está toda por delante. Hemos visto que las últimas décadas introdujeron además nuevas y radicales incertidumbres: relativas a la ruptura del orden imaginado de género y generación, a las relaciones mediadas por la tecnología, a la caída de las paredes del cuarto que hacen más difícil la realidad y la imaginación de la intimidad. A su vez, hemos visto que esta generación sufre específicamente vicisitudes en relación con el mercado de trabajo formal e informal.
A modo de perpleja conclusión
Para concluir, proponemos insertar estas líneas de reflexión en el contexto de lo que denominamos triple crisis epocal que hace de la incertidumbre radical una experiencia universal de nuestro tiempo. La pregunta que realizara Lechner19, ¿responde la democracia a la búsqueda de certidumbre?, se responde con un resignado encogimiento de hombros.
Con el solo fin de dejar planteada la inquietud, proponemos pensar esta experiencia de incertidumbre ligada a un triple proceso de pérdida de referencias vitales en el mundo: primero, la crisis del modo de acumulación y la movilidad social a través del trabajo; segundo, la crisis de las jerarquías de género y generación, y tercero, la incertidumbre radical del planeta, en materia de clima y catástrofes (no tan) naturales y la experiencia colectiva de esta crisis planetaria (todos juntos, todos en el mismo momento) que introdujo la pandemia de Covid 1920.
Primero, el modo de acumulación capitalista y los modos que se presentaban como alternativos como ofreciendo rostros humanos, se revelaron como quiméricos para el progreso individual, la movilidad social ascendente, la integración a través del trabajo. Ya casi nadie cree que le va a ir mejor a través del trabajo, ya nadie cree que los ingresos dependen del esfuerzo, pareciera que el modo de acumulación capitalista hoy no logra ni logrará, al contrario, contener a todas. Categorías enteras de población se vuelven superfluas, explícitamente, es decir sacrificables. Individuos y grupos, pero también especies animales no humanas, selvas, paisajes, ríos, mares, glaciares, hasta el aire. La certeza o ilusoria certeza de que el lugar de uno en el mundo depende del lugar que ocupamos en el mundo del trabajo, no existe más. Esto es particularmente gravoso para esa figura en crisis que es el varón proveedor. O, del adolescente y joven varón que ha sido socializado para devenir varón proveedor. De ahí la pregnancia de los discursos restauradores, que pretenden instaurar o reinstaurar algún tipo de orden de certidumbre.
Segundo, lo repetimos, se resquebrajó el orden de jerarquías de género patriarcales y de generación adultocéntrico. Ello también rompe parámetros de certidumbre. Y también explica en parte por qué prenden tanto los discursos contrarios a los derechos en materia de género y sexualidad.
Tercero, la crisis climática, las pandemias, el extractivismo, la precariedad del planeta. Tampoco estamos en un mundo confiable. Más bien debemos decir un planeta, ya que nos referimos al mundo físico, a nuestra superficie, nuestra agua, nuestro aire, nuestros edificios y aeropuertos…, a los bosques, ríos y ecosistemas. Aquí pareciera que la respuesta es simplemente, de cuajo, negar el problema. Leerlo en clave conspiratoria. No existe.
Frente a estas pérdidas de puntos de referencia, las y los jóvenes en particular, no saben qué hacer porque no tienen certezas sobre cuál es su lugar en el mundo. ¿Cómo impactan estos procesos en la sexualidad y la reproducción y viceversa?
Si bien en este ensayo nos sumergimos con incomodidad en las derivas políticas reaccionarias y los emergentes modos autoritarios de procesar individual y colectivamente las frustraciones y los malestares, no podemos dejar de reconocer la obstinada resistencia de las conquistas democráticas y tampoco podemos olvidar la capacidad de regeneración de las comunidades, incluso en condiciones más extremas que las actuales.
En esta coyuntura histórica, también podemos documentar la defensa de los avances logrados con la ampliación de derechos de las mujeres, las diversidades sexo genéricas, las niñeces y las adolescencias en territorios diversos. Las transformaciones democráticas de los sentidos de los afectos, las sexualidades y las familias pueden ser cuestionadas, pero no pueden ser borradas de la memoria social.
Con todas las limitaciones y deudas pendientes, los procesos de inclusión ciudadana acontecidos en la región desde la recuperación democrática lograron introducir la posibilidad de ordenamientos sexogenéricos plurales bajo los principios de la libertad y la igualdad, y han sido vividos, celebrados y sembrados. Estos avances democráticos logrados, que explican buena parte de la reacción conservadora, también nos permite creer en la emergencia de nuevos lenguajes y alianzas que impugnen los fanatismos y apuesten por el cuidado, la convivencia y la solidaridad.
Referencias
1.Vianna A, Lacerda P. Direitos e políticas sexuais no Brasil: mapeamento e diagnóstico. Rio de Janeiro: CEPESC, 2004.
2. Cáceres C, Frasca T, Pecheny M, Terto Jr V, organizadores. Ciudadanía sexual en América Latina: Abriendo el debate. Lima: Universidad Peruana Cayetano Heredia; 2004.
3. Cabral M, Viturro P. (Trans) Sexual citizenship in contemporary Argentina. In: Currah P, Juang R, Shannon P, Minter S (organizadores). Transgender rights. Minneapolis: University of Minnesota Press; 2006, p. 262-273
4. Petracci M, Pecheny M. Argentina, derechos humanos y sexualidad. Buenos Aires: CEDES, 2007.
5. Szasz I; Salas G (organizadores). Sexualidad, derechos humanos, y ciudadanía: Diálogos sobre un proyecto en construcción. Ciudad de México: El Colegio de México; 2008.
6. Petracci M, Pecheny M, Mattioli M, Capriati A (2012). El aborto en las trayectorias de mujeres y varones de la ciudad de Buenos Aires. Sexualidad, Salud Y Sociedad, 2012 (12): 164–197.
7. Correa S, Pecheny M. Abortus interruptus. Políticas y reforma legal del aborto en Uruguay. Montevideo: MYSU, 2016.
8. Pecheny M, Herrera M (organizadores) Legalización del aborto en Argentina. Científicas y científicos aportan al debate. Los Polvorines: Universidad Nacional de General Sarmiento; 2020.
9. Capriati A, Wald G, Camarotti AC. Vulnerabilidad ante el abuso sexual. Aportes desde un modelo integral y comunitario de prevención. Cuestiones de Sociología, 2020 (22): e089.
10. ACIJ, ELA, REDAAS, CEDES. Plan ENIA en riesgo. Razones para sostener una política pública clave para revertir la reproducción intergeneracional de la pobreza. 28 de mayo, 2024
11. Paiva V, Ayres JR, Capriati A, Amuchástegui A, Pecheny M. Prevención, promoción y cuidado: Enfoques de vulnerabilidad y derechos humanos. Buenos Aires: Teseo; 2018.
12. Pecheny M. Desigualdades estructurales, salud de jóvenes LGBT y lagunas de conocimiento: ¿qué sabemos y qué preguntamos? Temas em Psicologia, 2013; 21(3): 961-972.
13. Palumbo M. Capital erótico y expectativas de género: criterios de selección en mujeres y varones heterosexuales. Sociedade e cultura, 2019 (22): 187-203.
14. Capriati A. Pibes sin calma. Desigualdades y vulnerabilidades en las juventudes argentinas. Buenos Aires: Grupo Editor Universitario; 2019.
15. Sibilia P. Yo me lo merezco. De la vieja hipocresía a los nuevos cinismos. Buenos Aires: Taurus; 2024.
16. Martuccelli D. Gramáticas del individuo. Buenos Aires: Losada; 2007.
17. Kessler G, Merklen D. Una introducción cruzando el Atlántico. In: Castel R, Kessler G, Merklen D, Murad N. (organizadores) Individuación, precariedad, inseguridad. Buenos Aires: Paidós. p. 4-20, 2013
18. Marentes M. Tecnologías de levante y circuitos eróticos. Usos de Grindr entre varones gays del Área Metropolitana de Buenos Aires, Mora, 2023 (29): 115 - 134.
19. Lechner N. ¿Responde la democracia a la búsqueda de certidumbre?, Zona Abierta, 1986 (39-40): 69-94
20. Butler J. What world is this? A Pandemic Phenomenology. Columbia University Press; 2022.